ESCRITO POR J.C RYLE

PARTE 5: LOS AMIGOS ÍNTIMOS

Nunca hagas un amigo íntimo de alguien que no es un amigo de Dios. Entiéndeme, no me refiero a conocidos. No quiero decir que no debes tener nada que ver con nadie excepto los verdaderos cristianos. El adoptar tal posición no es posible ni tampoco deseable en este mundo. El cristianismo no le exige a ningún hombre que sea descortés. Sin embargo, sí te aconsejo que seas muy cuidadoso al escoger tus amigos… Nunca estés satisfecho con la amistad de alguien que no sea útil para tu alma.

Créeme, la importancia de este consejo no se puede sobrevalorar. Es imposible estimar el daño que produce el asociarse con compañeros y amigos impíos. Existen pocas cosas que ayuden al diablo más en su tarea de arruinar el alma de una persona. Si le concedes esta ayuda, le importará poco toda la armadura con la cual te puedas proteger en contra de él. La buena educación, los hábitos precoces de moralidad, los sermones, los libros, el hogar organizado, las cartas de los padres —él conoce que todas estas cosas no te ayudarán mucho si te aferras a amigos impíos—. Podrás resistir muchas tentaciones directas y rechazar muchas trampas evidentes, pero desde que te juntes con un mal compañero, el diablo estará contento.

El capítulo terrible que describe la conducta malvada de Amnón en referencia a Tamar casi comienza con estas palabras: “Y Amnón tenía un amigo… era hombre muy astuto” (2 S. 13:3). Debes recordar que todos somos criaturas con una tendencia a la imitación: El precepto nos puede instruir, pero el ejemplo es lo que nos atrae. Hay algo en nosotros que hace que siempre estemos dispuestos a adoptar las costumbres de aquellos con los que vivimos. Mientras más nos agradan, más fuerte se vuelve esta inclinación. Sin darnos cuenta, ejercen una influencia sobre nuestros gustos y opiniones; poco a poco desechamos aquello que les desagrada y adoptamos lo que es conforme a sus gustos para hacernos amigos más íntimos de ellos. Y lo peor de todo es que adoptamos sus costumbres en las cosas que son malas mucho más rápidamente que en lo bueno.

La salud, desafortunadamente, no es contagiosa, pero la enfermedad sí lo es. Es mucho más fácil coger un resfriado que impartir un color saludable —hacer que la fe del otro disminuya, en vez de hacerla crecer y prosperar—. Joven, te pido que tomes estas cosas en serio. Antes de permitir que alguien se convierta en tu compañero constante, antes de asumir el hábito de contárselo todo, de acudir a él en medio de todos tus problemas y todos tus placeres, antes de llegar a ese punto, simplemente piensa en lo que he dicho. Pregúntate a ti mismo: “¿Esta amistad será útil para mí o no?”. “Las malas conversaciones [en verdad] corrompen las buenas costumbres” (1 Co. 15:33).

Los buenos amigos son parte de nuestras más grandes bendiciones: Pueden guardarnos de mucha maldad, animarnos en el camino, hablar palabras al cansado, orientarnos , pero un amigo malo es una desgracia definitiva, un peso que nos arrastra continuamente y nos mantiene encadenados a la tierra. Cultiva la compañía de un hombre irreligioso y es más que probable que, al final, terminarás siendo igual que él. Ésta es la consecuencia general de este tipo de amistad. El bueno desciende al nivel del malo, pero el malo no sube al nivel del bueno.

Insisto en este punto porque tiene más que ver con tus posibilidades en la vida que lo que pueda aparentar a primera vista. ¿Quieres saber qué tipo de amigos debes escoger? Escoge aquellos que beneficiarán tu alma, amigos que realmente puedas respetar; amigos que quisieras tener cerca en tu lecho de muerte; amigos que amen la Biblia y no tengan temor de hablarte sobre ella; aquellos que no tendrás vergüenza de admitir que son tus amigos cuando regrese Cristo y en el Día del Juicio.

Sigue el ejemplo de David; él dice: “Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos” (Sal. 119:63). Recuerda las palabras de Salomón: “El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado” (Pr. 13:20). Pero puedes estar seguro de lo siguiente: Las malas compañías en la vida presente son una manera segura de procurar una compañía aún peor en la vida venidera.

— Tomado del libro «Una Teología De La Familia» (Chapel Library,2018).

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